sábado, 8 de abril de 2017

Literatura sumero-acadia: Cantar de Gilgamesh.

“¿Quién, amigo mío, será vencedor de la muerte?”
“Del género humano los días están contados; todo lo que hace no es sino soplo”
Originalmente denominado Sha naqba īmuru (Aquel que ha visto las profundidades), el hoy conocido como Cantar de Gilgamesh constituye una obra que puede dar lugar a larguísimos análisis, estudios históricos y literarios. 
El Cantar del Gilgamesh no es la obra literaria más antigua del mundo, ni la más antigua en conservación. Existen muchos textos literarios anteriores. Eso sí: ninguno es tan largo, ni tan complejo como éste. Ninguno es una epopeya. Este es, pues, el poema épico más antiguo del mundo. Se cree que la obra completa existía ya a mitad del segundo milenio antes de Cristo. De todas formas, las historias de Gilgamesh se remontan hasta el tercer milenio antes de cristo, y el famoso rey, en el caso de haber existido, seguramente vivió hacia 2700 a.c. 
 Los sumerios, establecidos hace miles de años en Mesopotamia, a orillas de los ríos Éufrates y Tigris, tenían creencias muy similares a otros pueblos de la época y posteriores, como los egipcios y los griegos. Creían en la existencia de un conjunto de seres inmortales, muy superiores a ellos, que habitaban en distintas partes del mundo. Sobre todos ellos estaba Anu, el dios principal, equivalente a Zeus. Habitante del cielo más alto, su poder ultrapasa al de los otros dioses, pero no es capaz de contenerlos a todos, como se verá más adelante. La tríada sumeria la completan Enlil (inicialmente el dios supremo), el señor del viento, y Enki, señor de los abismos acuáticos. Otros dioses de alta importancia son Ki, diosa de la Tierra, Sin, diosa de la Luna, e Inanna (también llamada Ishtar por los acadios), diosa del amor y de la guerra. Inanna era la diosa protectora de Uruk, ciudad cuyo rey era Gilgamesh, por lo que será ampliamente citada.
Sobre los pueblos que habitaron Mesopotamia en la antigüedad: Primero fueron los sumerios, habitantes de Sumer. En esta época, la civilización se organizaba a la manera de las polis griegas, con grandes ciudades casi independientes entre sí, gobernadas cada una por un rey. Las más famosas fueron Eridu, Ur, Larak, Shuruppak, Kish y Uruk. Con el tiempo los sumerios dieron lugar a otros pueblos, algunos de los cuales mantuvieron las tradiciones y el culto a los mismos dioses. Primero fueron los acadios (co-escritores del poema de Gilgamesh), luego vinieron los asirios, que habitaban el norte de Mesopotamia mientras los babilónicos habitaban el sur, y luego los persas (significativamente distintos a los anteriores), que fueron arrasados por el ejército de Alejandro Magno, estableciéndose el Imperio de Macedonia. También habitaron esas tierras o sus cercanías los hititas y los hurritas.  
LA OBRA:
Las historias sobre Gilgamesh tienen una gran antigüedad. De la época sumeria sólo se conservan algunos poemas relacionados con el mito, aunque son de difícil unificación. Es decir, no parece haber un cantar que lo contenga todo. Eso ha hecho que gran parte de los estudiosos se inclinen a pensar que el cantar que nos ocupa se originó en un tiempo posterior a Sumer, probablemente en el tiempo de los acadios, basándose por supuesto en esa gran colección de pequeños cantares o poemas que circulaban desde tiempos muy primitivos.
La escritura fundamental de los pueblos sumerio y acadio era la cuneiforme. Esta se hacía sobre tablillas de arcilla húmeda. Se representaban con pictogramas, que parecían cuñas (de ahí el nombre), palabras y objetos. Este primitivo método fue usado por muchas otras civilizaciones de la antigüedad. El Cantar de Gilgamesh fue concebido y reproducido en estas tablillas.
La obra ha llegado a nuestros días en fragmentos, debido a la erosión y mutilación de tablillas, lo cual hace que la lectura sea muy entrecortada, y por momentos algo frustrante. El fragmento más completo, cuya inscripción se considera la versión estándar, es el hallado en la biblioteca del último gran rey asirio Assurbanipal, en las ruinas de Nínive. Otros fragmentos de la obra, así como cantares relacionados a Gilgamesh, fueron hallados en otras ruinas asirias, babilónicas, acadias, sumerias e incluso hititas. Estas ayudaron a completar parte de las lagunas del texto de Nínive, aunque hasta el momento sólo se ha logrado reconstruir poco más de la mitad del poema. De todas formas, lo que se tiene es suficiente para tener una visión general de la obra bastante satisfactoria, y para percibir sus mayores virtudes, su calidad literaria.
El poema de Nínive se compone de once tablillas divididas en seis columnas cada una. Temáticamente los estudiosos han segmentado la obra en dos partes:

1-      La búsqueda de la gloria (Tablilla I a la VI)

2-      La búsqueda de la inmortalidad (Tablilla VII a la XI)

Si bien es cierto que existe una marcada diferencia temática entre las dos partes, en realidad, la obra entera se podría contener en la idea de la segunda parte, pues la gloria es también una forma de inmortalidad.
Lo que sigue es un repaso de todos los hechos que suceden en la obra. El lector podrá notar muchas semblanzas con otras obras clásicas de la literatura. Por eso muchos dicen que esa es la obra original, que en cierta forma ya lo contiene todo. 

1-    La búsqueda de la gloria

Al principio de la obra Gilgamesh es presentado como un ser de naturaleza semidivina, alto, fuerte y desmesurado. Es un un rey tirano que comete constantes abusos de poder. El pueblo, descontento por el hybris del héroe, se queja al dios Anu. Así nace Enkidu, un fuerte guerrero capaz de enfrentar al rey de Uruk, y detener su violencia. Enkidu nace y se cría como un salvaje, entre las bestias, lejos de la ciudad amurallada. Un cazador advierte la presencia del monstruo en el bosque y, asustado, va a pedirle ayuda a Gilgamesh. Éste le dice que lleve con él a una qadishtú, prostituta sagrada del templo de Ishtar, para debilitar a Enkidu mediante el acto carnal (podría hablarse de un arquetipo de "La bella y la bestia"). De esta forma, Enkidu se vuelve humano y las bestias, antes sus compañeras, acaban rechazándolo. Humanizado, Enkidu viaja junto a la hieródula a Uruk para enfrentar a su rey. Se desarrolla un fiero combate, hasta que Gilgamesh “dobla la rodilla”, señal de que es derrotado. Sin embargo, a partir de este momento nace entre ambos una amistad inquebrantable. Un tiempo después, los dos héroes se preparan para una aventura capaz de darles la gloria: una visita al Bosque de los Cedros para derrotar a su guardián, Humbaba, un monstruo gigante relacionado con el mal augurio (Similar al Polifemo de "La odisea"). Luego de largos preparativos, los héroes viajan. Gilgamesh recurre a Shamash, dios del sol, para que lo proteja en su lucha. Luego de una larga y azarosa batalla, el gigante es derrotado, implorando al final por su vida. Enkidu decide no perdonarlo y lo mata. Luego de esto los héroes regresan a Uruk. La diosa Ishtar desea el amor de Gilgamesh, pero éste la rechaza. Indignada, intima al dios Anu a lanzar al Toro Celestial para que destruya la amurallada Uruk y a su rey. La criatura del cielo llega a la ciudad causando destrozos. Gilgamesh y Enkidu se presentan, combaten, y matan a la bestia. La primera parte termina con un festín dado por el rey, en honor a sus grandes virtudes.

2-    La búsqueda de la inmortalidad.

Gilgamesh y Enkidu descansan luego del festín. Enkidu tiene sueños premonitorios, donde los grandes dioses se reúnen para decidir su muerte. Luego de varios días y varios sueños, Enkidu ¿enferma? y muere, lamentando el hecho de no morir en la batalla. El dolor de Gilgamesh por la muerte de su amigo es verdaderamente grande. Ordena erigir una estatua en su honor y busca la soledad en la llanura. Empieza a cuestionarse sobre la muerte, sobre su muerte. La rebeldía comienza a latir en su interior y decide que debe buscar evitar ese incomprensible destino. Sabiendo que cierto hombre, un antiguo rey de nombre Ut-Napishtim, logró la inmortalidad, emprende un largo y aparatoso viaje a los confines del mundo para descubrir su secreto. Luego de mucho andar entre montañas y bosques, llega a los montes Mashu, donde se encuentra con hombres escorpiones, seres aterradores que guardan la salida del Sol. Gilgamesh suplica para que le dejen pasar, contándoles su objetivo, y las criaturas lo dejan. Shamash, su dios protector, intenta convencer al rey el abandono de su búsqueda, pero la ambición de Gilgamesh no para nunca de crecer. No sólo quiere la inmortalidad de los hombres, también quiere traer a los muertos de vuelta a la vida. El héroe conoce a una mujer llamada Sidura, quien le advierte de los peligros de su odisea. Gilgamesh insiste y se le es revelado que sólo podrá atravesar el tenebroso océano en la barca de Ur-Shanabi. Gilgamesh va a su encuentro y el barquero acepta llevarlo hasta Ut-Napishtim. Luego de un largo viaje por mar, llegan finalmente a la morada del inmortal. Luego de la presentación entre ambos, Ut-Napishtim empieza el célebre relato del Diluvio, episodio del que salió convertido en un ser inmortal (relato muy similar al que aparece en el Génesis) . Luego de esto, el dueño de casa intenta desanimar a Gilgamesh de su empresa y luego de ponerlo en una prueba para demostrarle que la vida de los hombres depende de la voluntad de los dioses y que la condición humana es efímera, manda a Ur-Shanabi a lavar las vestiduras de Gilgamesh y antes de que se marchen le hace una revelación al rey de Uruk: le habla sobre la existencia de cierta planta de la inmortalidad escondida en el fondo del mar. El héroe se sumerge y coge la planta, pero no la come. Decide llevarla a la ciudad para plantarla y que de ella todos coman. Pero sucede una peripecia: Gilgamesh siente calor y decide bañarse en una fuente, dejando a la planta desprotegida. Una astuta serpiente siente su olor y la roba. ¿Némesis? Así, Gilgamesh, resignado, vuelve a su ciudad y levanta murallas y grandes templos, para que al menos pueda vivir la tenue inmortalidad de la fama. 

Juan Ignacio Raffo