viernes, 9 de septiembre de 2016

Literatura: Ocho poemas de Charles Baudelaire

                       Hace poco culminé la lectura de “Las flores del mal”, obra notable de este genial poeta francés del siglo XIX. Fue una experiencia enriquecedora y muy placentera.
                        La obra está dividida en seis partes, a saber:
I.                   Spleen e ideal
II.                Cuadros parisinos
III.             El vino
IV.             Las flores del mal
V.                Rebelión
VI.             La muerte

Me propuse para este artículo seleccionar ocho poemas de mi agrado, para recomendar al ocasional lector, y hacer breves comentarios. Trataré de que haya en mi selección al menos un poema de cada parte, y dejaré enlaces para que puedan ser leídos en las traducciones que juzgue más acertadas. Dicho esto, empecemos.
De Spleen e ideal:
1)-“El albatros”
En la primera parte del libro, Baudelaire nos presenta un mundo caótico y desolador, donde toda aspiración por la pureza o lo ideal se ve terminantemente frustrada por la tentación del mal. Aquí el poeta propone al tedio como origen de ese acercamiento a lo prohibido, a lo impuro.
El poema recomendado no es otra cosa que una alegoría, que representa al poeta sumido en un mundo condenado a la perdición. Él es más grande que ese mundo; lo trasciende. En él se siente perdido, solo e inútil. No puede vivir en ese mundo de caminantes, y por eso es rechazado. El paralelismo es claro: el cielo y la poesía; la cubierta del barco y la miseria. El poeta sufre las consecuencias del tedio, que embriaga al hombre corriente y lo envilece. No puede adaptarse a ese mundo oscuro en el que es objeto de burla.

2)- “Correspondencias”
Este soneto postula la existencia de dos mundos, que al mismo tiempo postulan al hombre mismo. Tenemos, por un lado, el mundo espiritual, del pensamiento y las ideas. Por otro, el mundo material, de las sensaciones. El poema plantea que los elementos del mundo material se corresponden con elementos del mundo espiritual, de una forma desconocida. El poeta tiene la capacidad y el deber de descubrir esas relaciones. Todo lo material esconde un secreto que va más allá de sí mismo. Hay un lenguaje que es confuso para el hombre, y que debe ser interpretado. El mundo es un bosque de símbolos. El poeta se adentra en esa naturaleza de vivos pilares –a la que pertenece y por eso le es familiar-, y descubre las correspondencias entre perfumes, colores y sones. Baudelaire se vale del hipérbaton y la sinestesia para transmitir su idea, logrando imágenes maravillosas. Las correspondencias también se establecen dentro de cada uno de los mundos, y su descubrimiento es muy dificultoso, ya que todo allí es confuso. 
3)- El muerto jubiloso
Este poema es un canto de liberación del martirio de la vida. Una oda a la muerte como salvación para el hombre. Evadir la sociedad y el mundo terrenal es el propósito del yo lírico; rehúye por lo tanto las tradiciones funerarias y se hace amigo del gusano y los cuervos. La imagen de la carroña consumida por parásitos es muy frecuente en la obra de Baudelaire, y tal vez aquí esté más presente que en cualquier otro poema. El poeta se siente solo, angustiado, pero principalmente se siente derrotado por el resto del mundo, por el sinsentido de la vida. Está invadido de odio, y descubre en la muerte el único camino posible para escapar al tormento. Si bien el hombre se muestra jubiloso ante su hallazgo, ante la muerte, deja vislumbrar en el último terceto un cierto temor, asociado al desconocimiento de lo que sucederá luego.

De Cuadros Parisinos:
1)- A un transeúnte
En general, en esta parte de la obra Baudelaire nos presenta a París como una segunda naturaleza creada por los hombres. Edificios por árboles, calles por senderos, hombres por animales… La declara aborrecible y hostil, y así la muestra, con mucha persistencia, en todos los poemas de esta sección.
No sucede de otra forma en este, donde se expone un fugaz encuentro del poeta con una mujer, un transeúnte que pasa y lo deja, y desaparece para siempre. El hombre percibe en la mujer una especie de salvación de ese mundo hostil, un poco de felicidad, la aniquilación del tedio, del spleen, del perpetuo hastío. Pero inmediatamente se da cuenta de que su oportunidad se ha esfumado a la velocidad de un rayo, y que, nuevamente sumido en la noche, tendrá que seguir esperando un instante para renacer, tal vez también por causa del amor.
Algo muy importante en este poema, enfatizado por Baudelaire mediante metáforas y antítesis, es el tiempo. Hay una brutal e injusta diferencia entre el tiempo que dura el spleen (que a su vez contribuye a aumentarlo) y el que dura el encuentro, o cualquier señal de salvación. El poeta finaliza la obra expresando con declamaciones el fastidio por la oportunidad desperdiciada, mientras regresa a su tediosa vida parisiense.

De “El vino”:
1)- El alma del vino
                        En este caso me parece que el término “espíritu” es más apropiado, porque permite entender mejor la idea central de la obra. No es necesario señalar el tema de esta sección que profundiza en el hábito de beber vino y en el vino mismo. Esta bebida aparece como amiga fiel del poeta; le proporciona la clarividencia necesaria para hacer poesía, de alguna manera lo acerca a Dios. La imagen del espíritu del vino encerrado en la botella recuerda a las historias árabes de los genios encerrados en lámparas, que conceden deseos, y son capaces de realizar milagros. El vino no olvida su origen, reconoce en el hombre a su creador y lo eleva, ofreciéndole sus servicios, que lo llevarán a él mismo a un lugar más placentero que la vieja botella. Es notable cómo el vino, yo lírico del poema, se vale de lúcidas metáforas, símiles o sinestesias, para convencer al hombre de sus valores y pedirle que lo beba. El vino no sólo tiene la capacidad de aliviar las fatigas, calmar el dolor, pasar el tiempo, sino que también posee el don de dar la inspiración que tanto busca el poeta. Esa es su principal misión.
                        http://ciudadseva.com/texto/el-alma-del-vino/
                       
                        De “Las flores del mal”:
                        1)- Lesbos
                        Lesbos es una isla griega habitada desde la antigüedad. Allí vivió y escribió la famosa poeta Safo. El término “lesbiana” tiene su origen en la creencia de que en esa isla, en los tiempos de la poeta nombrada, las relaciones entre mujeres era una práctica muy común.           
                        El lesbianismo era un tema ya muy recurrido en el siglo XIX. Baudelaire dedicó su libro a su maestro, el poeta Théophile Gautier, autor de Mademoiselle de Maupin, que aborda la sexualidad femenina y las relaciones del mismo sexo. 
                        Baudelaire describe a Safo a la manera mitológica; esgrime un personaje promiscuo, sumergido en los ritos sexuales establecidos en Lesbos, en el lesbianismo, aunque no por ello rehúye el amor heterosexual (Se dice que fue amante de Alceo, y pretendió el amor de un hombre llamado Faón). Según el mito, Safo se suicidó arrojándose al mar desde la piedra de Léucade debido a que su amor por Faón no era correspondido. Baudelaire condena este acto por realizarlo en un sitio sagrado, y por violar las normas establecidas en Lesbos. Incluso la enfrenta a Platón, a quien tradicionalmente se le conoce como enemigo de los poetas, aunque esto no sea del todo cierto. La cuestión es que la verdadera Safo poco tenía que ver con el mito; ni era promiscua, ni viril, ni se suicidó. El hecho de que el poema contuviera tantas connotaciones sexuales, aunque sólo es el resultado de una cascada de obras similares desde Ovidio hasta Anacreonte, hizo que fuera censurado varias veces.

                        De “Rebelión”:
                        1)- Abel y Caín
                        Naturalmente el título alude al famoso mito aparecido en el Viejo Testamento, donde Abel y Caín son hermanos, hijos de Adán y Eva. El poema habla de las “razas” de Caín y Abel y no propiamente de estos, pero se sirve del mito para caracterizar a ambos conjuntos. Estos están completamente separados y enfrentados mediante un juego de dísticos. Así como en el mito Abel es el hermano menor, pastor cuyos sacrificios contentan en demasía a Dios, la raza que representa vive en el goce eterno, en la libertad y los placeres, en la riqueza y la armonía. Se puede decir que estamos hablando de gente que vive cómodamente, que sin mayores esfuerzos alcanza la prosperidad. La raza de Caín, representado por el esforzado personaje que no alcanza a maravillar de igual forma a Dios, es justamente la raza sin libertad, sin placeres, condenada al trabajo tortuoso, a arrastrarse y sufrir, a desear con apetito las gracias de la raza de Abel, y a vivir eternamente en la miseria.
                        El final del poema, en el último dístico, se ordena a la raza de Caín a obrar sobre ese contraste, a acabar para siempre con la prosperidad y la pasividad de la raza de Abel. Invita, en definitiva, a la raza de Caín a rebelarse ante Dios. Dios sobre la tierra implica un acercamiento a lo mundano, al trabajo, al esfuerzo. Fuera de su territorio, Dios pierde el poder de hacer distinciones entre las razas. Esto no llega a suceder. Queda simplemente la orden, que más bien parece una súplica, por algo imposible de cumplir.


                        De “La muerte”:
                        1)- El sueño de un curioso.
                        Se ha comparado este libro con La Divina Comedia en diversas ocasiones. El segmento “Las flores del mal” sería el Infierno, pero aquí no hay Paraíso; ningún personaje está destinado al éxito. Lo que tenemos es “La muerte”, donde concluye el libro, despidiendo a esos personajes condenados, para siempre.
                        La curiosidad por lo desconocido ha permitido al hombre progresar científicamente, filosóficamente y artísticamente. La búsqueda de la verdad, el sentido de la vida, lo absoluto, el intento de responder preguntas clásicas sobre nuestra existencia… Y la muerte no escapa a la curiosidad. Hay personas que lo llevan a un límite tal, que acaban recurriendo al suicidio para saciarse. Este poema es justamente eso. La fascinación de un hombre por el misterio oculto más allá de la vida, que lo lleva a buscar la muerte  y gozar cada minuto de la espera. Con ansias, aunque con cierto dolor; sabe que es posible que nunca se entere de la verdad. Morir y no saber; morir en vano.
                        Baudelaire crea un final: el hombre cruza el umbral y espera. Una aurora lo envuelve. El telón levantado y él allí sin respuesta. Descubre con decepción que no es más que eso. A mí me gustó particularmente este poema, pues la muerte ha sido el meollo de muchas de mis reflexiones nocturnas.


                        http://ciudadseva.com/texto/sueno-de-un-curioso/


Juan Ignacio Raffo