Hace poco
culminé la lectura de “Las flores del mal”, obra notable de este genial poeta
francés del siglo XIX. Fue una experiencia enriquecedora y muy placentera.
La obra está dividida en
seis partes, a saber:
I.
Spleen
e ideal
II.
Cuadros
parisinos
III.
El
vino
IV.
Las
flores del mal
V.
Rebelión
VI.
La
muerte
Me propuse para este artículo seleccionar ocho poemas
de mi agrado, para recomendar al ocasional lector, y hacer breves comentarios.
Trataré de que haya en mi selección al menos un poema de cada parte, y dejaré enlaces para que puedan ser leídos en las traducciones que juzgue más acertadas.
Dicho esto, empecemos.
De Spleen e ideal:
1)-“El albatros”
En la primera parte del libro, Baudelaire nos presenta
un mundo caótico y desolador, donde toda aspiración por la pureza o lo ideal se
ve terminantemente frustrada por la tentación del mal. Aquí el poeta propone al
tedio como origen de ese acercamiento a lo prohibido, a lo impuro.
El poema recomendado no es otra cosa que una alegoría,
que representa al poeta sumido en un mundo condenado a la perdición. Él es más
grande que ese mundo; lo trasciende. En él se siente perdido, solo e inútil. No
puede vivir en ese mundo de caminantes, y por eso es rechazado. El paralelismo
es claro: el cielo y la poesía; la cubierta del barco y la miseria. El poeta
sufre las consecuencias del tedio, que embriaga al hombre corriente y lo
envilece. No puede adaptarse a ese mundo oscuro en el que es objeto de burla.
2)- “Correspondencias”
Este soneto postula la existencia de dos mundos, que
al mismo tiempo postulan al hombre mismo. Tenemos, por un lado, el mundo
espiritual, del pensamiento y las ideas. Por otro, el mundo material, de las
sensaciones. El poema plantea que los elementos del mundo material se
corresponden con elementos del mundo espiritual, de una forma desconocida. El
poeta tiene la capacidad y el deber de descubrir esas relaciones. Todo lo
material esconde un secreto que va más allá de sí mismo. Hay un lenguaje que es
confuso para el hombre, y que debe ser interpretado. El mundo es un bosque de
símbolos. El poeta se adentra en esa naturaleza de vivos pilares –a la que
pertenece y por eso le es familiar-, y descubre las correspondencias entre
perfumes, colores y sones. Baudelaire se vale del hipérbaton y la sinestesia
para transmitir su idea, logrando imágenes maravillosas. Las correspondencias
también se establecen dentro de cada uno de los mundos, y su descubrimiento es
muy dificultoso, ya que todo allí es confuso.
3)- El muerto jubiloso
Este poema es un canto de liberación del martirio de
la vida. Una oda a la muerte como salvación para el hombre. Evadir la sociedad
y el mundo terrenal es el propósito del yo lírico; rehúye por lo tanto las
tradiciones funerarias y se hace amigo del gusano y los cuervos. La imagen de
la carroña consumida por parásitos es muy frecuente en la obra de Baudelaire, y
tal vez aquí esté más presente que en cualquier otro poema. El poeta se siente
solo, angustiado, pero principalmente se siente derrotado por el resto del
mundo, por el sinsentido de la vida. Está invadido de odio, y descubre en la
muerte el único camino posible para escapar al tormento. Si bien el hombre se
muestra jubiloso ante su hallazgo, ante la muerte, deja vislumbrar en el último
terceto un cierto temor, asociado al desconocimiento de lo que sucederá luego.
De Cuadros Parisinos:
1)- A un transeúnte
En general, en esta parte de la obra Baudelaire nos
presenta a París como una segunda naturaleza creada por los hombres. Edificios
por árboles, calles por senderos, hombres por animales… La declara aborrecible
y hostil, y así la muestra, con mucha persistencia, en todos los poemas de esta
sección.
No sucede de otra forma en este, donde se expone un
fugaz encuentro del poeta con una mujer, un transeúnte que pasa y lo deja, y
desaparece para siempre. El hombre percibe en la mujer una especie de salvación
de ese mundo hostil, un poco de felicidad, la aniquilación del tedio, del
spleen, del perpetuo hastío. Pero inmediatamente se da cuenta de que su
oportunidad se ha esfumado a la velocidad de un rayo, y que, nuevamente sumido
en la noche, tendrá que seguir esperando un instante para renacer, tal vez
también por causa del amor.
Algo muy importante en este poema, enfatizado por
Baudelaire mediante metáforas y antítesis, es el tiempo. Hay una brutal e
injusta diferencia entre el tiempo que dura el spleen (que a su vez contribuye
a aumentarlo) y el que dura el encuentro, o cualquier señal de salvación. El
poeta finaliza la obra expresando con declamaciones el fastidio por la
oportunidad desperdiciada, mientras regresa a su tediosa vida parisiense.
De “El vino”:
1)- El alma del vino
En este caso me parece
que el término “espíritu” es más apropiado, porque permite entender mejor la
idea central de la obra. No es necesario señalar el tema de esta sección que
profundiza en el hábito de beber vino y en el vino mismo. Esta bebida aparece
como amiga fiel del poeta; le proporciona la clarividencia necesaria para hacer
poesía, de alguna manera lo acerca a Dios. La imagen del espíritu del vino
encerrado en la botella recuerda a las historias árabes de los genios
encerrados en lámparas, que conceden deseos, y son capaces de realizar
milagros. El vino no olvida su origen, reconoce en el hombre a su creador y lo
eleva, ofreciéndole sus servicios, que lo llevarán a él mismo a un lugar más
placentero que la vieja botella. Es notable cómo el vino, yo lírico del poema,
se vale de lúcidas metáforas, símiles o sinestesias, para convencer al hombre
de sus valores y pedirle que lo beba. El vino no sólo tiene la capacidad de
aliviar las fatigas, calmar el dolor, pasar el tiempo, sino que también posee
el don de dar la inspiración que tanto busca el poeta. Esa es su principal
misión.
De “Las flores del mal”:
1)- Lesbos
Lesbos es una isla
griega habitada desde la antigüedad. Allí vivió y escribió la famosa poeta Safo.
El término “lesbiana” tiene su origen en la creencia de que en esa isla, en los
tiempos de la poeta nombrada, las relaciones entre mujeres era una práctica muy
común.
El lesbianismo era un
tema ya muy recurrido en el siglo XIX. Baudelaire dedicó su libro a su maestro,
el poeta Théophile Gautier, autor de Mademoiselle
de Maupin, que aborda la sexualidad femenina y las relaciones del mismo sexo.
Baudelaire describe a
Safo a la manera mitológica; esgrime un personaje promiscuo, sumergido en los
ritos sexuales establecidos en Lesbos, en el lesbianismo, aunque no por ello
rehúye el amor heterosexual (Se dice que fue amante de Alceo, y pretendió el
amor de un hombre llamado Faón). Según el mito, Safo se suicidó arrojándose al
mar desde la piedra de Léucade debido a que su amor por Faón no era
correspondido. Baudelaire condena este acto por realizarlo en un sitio sagrado,
y por violar las normas establecidas en Lesbos. Incluso la enfrenta a Platón, a
quien tradicionalmente se le conoce como enemigo de los poetas, aunque esto no
sea del todo cierto. La cuestión es que la verdadera Safo poco tenía que ver
con el mito; ni era promiscua, ni viril, ni se suicidó. El hecho de que el
poema contuviera tantas connotaciones sexuales, aunque sólo es el resultado de
una cascada de obras similares desde Ovidio hasta Anacreonte, hizo que fuera
censurado varias veces.
De “Rebelión”:
1)- Abel y Caín
Naturalmente el título
alude al famoso mito aparecido en el Viejo
Testamento, donde Abel y Caín son hermanos, hijos de Adán y Eva. El poema
habla de las “razas” de Caín y Abel y no propiamente de estos, pero se sirve
del mito para caracterizar a ambos conjuntos. Estos están completamente
separados y enfrentados mediante un juego de dísticos. Así como en el mito Abel
es el hermano menor, pastor cuyos sacrificios contentan en demasía a Dios, la
raza que representa vive en el goce eterno, en la libertad y los placeres, en
la riqueza y la armonía. Se puede decir que estamos hablando de gente que vive
cómodamente, que sin mayores esfuerzos alcanza la prosperidad. La raza de Caín,
representado por el esforzado personaje que no alcanza a maravillar de igual
forma a Dios, es justamente la raza sin libertad, sin placeres, condenada al
trabajo tortuoso, a arrastrarse y sufrir, a desear con apetito las gracias de
la raza de Abel, y a vivir eternamente en la miseria.
El final del poema, en
el último dístico, se ordena a la raza de Caín a obrar sobre ese contraste, a
acabar para siempre con la prosperidad y la pasividad de la raza de Abel. Invita,
en definitiva, a la raza de Caín a rebelarse ante Dios. Dios sobre la tierra
implica un acercamiento a lo mundano, al trabajo, al esfuerzo. Fuera de su
territorio, Dios pierde el poder de hacer distinciones entre las razas. Esto no
llega a suceder. Queda simplemente la orden, que más bien parece una súplica,
por algo imposible de cumplir.
De “La muerte”:
1)- El sueño de un curioso.
Se ha comparado este
libro con La Divina Comedia en
diversas ocasiones. El segmento “Las flores del mal” sería el Infierno, pero aquí no hay Paraíso; ningún personaje está destinado
al éxito. Lo que tenemos es “La muerte”, donde concluye el libro, despidiendo a
esos personajes condenados, para siempre.
La curiosidad por lo
desconocido ha permitido al hombre progresar científicamente, filosóficamente y
artísticamente. La búsqueda de la verdad, el sentido de la vida, lo absoluto,
el intento de responder preguntas clásicas sobre nuestra existencia… Y la
muerte no escapa a la curiosidad. Hay personas que lo llevan a un límite tal,
que acaban recurriendo al suicidio para saciarse. Este poema es justamente eso.
La fascinación de un hombre por el misterio oculto más allá de la vida, que lo
lleva a buscar la muerte y gozar cada
minuto de la espera. Con ansias, aunque con cierto dolor; sabe que es posible
que nunca se entere de la verdad. Morir y no saber; morir en vano.
Baudelaire crea un
final: el hombre cruza el umbral y espera. Una aurora lo envuelve. El telón
levantado y él allí sin respuesta. Descubre con decepción que no es más que
eso. A mí me gustó particularmente este poema, pues la muerte ha sido el meollo
de muchas de mis reflexiones nocturnas.